Pasan ya algunos minutos de la una de la noche. Buenafuente se quedó al otro lado del televisor y Cor Petit, mi gato, empieza a llevar bien no dormir en cama con nosotros por tercera noche consecutiva, desde que se meó. Pero los huevos que tiene para mearse en cama los dejará mañana en el veterinario. Bueno, hoy.
Con más de una hora de brutos de video de un gato y un conejo correteando por la habitación, quizás ya tenga material para una historia corta. Lo primero que se me ocurre sin ver nada, es un duelo rollo western, con esos primeros planos eternos, tensión acumulada y frases tajantes e ingeniosas. A ver si encuentro buenas fotos de archivo para insertarlas disimuladamente.
Por el momento os presento a los protagonistas: por un lado, Patitós, un conejo de dos años y medio de vida, que ni será un buen caldo (por muy buen "matachín" que conozca mi abuela) ni dará suerte con sus patas nunca a nadie.

Son casi las nueve y media. Un caniche y su dueña. Cor Petit entre descansando y alerta. Le acaricio por debajo del cuello y casi ronronea. Ya dentro, cuerpo tranquilo, abiertos los ojos y orejas expectantes. En unas tres horas pesará dos huevos menos.
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